El escritor, comunicador y docente universitario César Ángeles Loayza publicó en setiembre del año pasado dos poemarios en simultáneo: Wandel (Posición Editores) y Cantos a la luna (Posición Editores), que, luego de leerlos con calma, revelan la voz de un poeta de oficio, con logradas imágenes poéticas, preocupaciones existenciales, cuestiones artísticas o, por ejemplo, dilemas personales.
Ambos poemas destacan por el buen manejo del verso libre, que siempre los trabaja con mesura y cuidado (existen varios que apenas superan el arte mayor y muchos que no), y por el cual los adjetivos o los epítetos son de gran funcionalidad y no de carácter decorativo, ya que ayudan a profundizar la idea que desarrollan poéticamente.
Además, en ambos poemarios existe un guiño a los maestros que le enseñaron a amar la poesía, como en los poemas que le rinden tributo a César Vallejo, Martín Adán, Abraham Valdelomar, Enrique Lihn, entre otros; y también con los genios del arte, como Chopin, Dostoievski o, sin ir muy lejos, Kafka (basta señalar que Wandel significa en alemán “transformación”, como la obra maestra del genio de Praga).
También inmigrante peruano en Europa, César Ángeles Loayza ha escrito un poemario solvente en Wandel (2021), título sustraído del alemán, que está divido en dos secciones: la primera conformada por un poema extenso de muchas páginas y acompañado de otros poemas cortos que refuerzan la propuesta libresca; y la segunda de prosas poéticas, anécdotas o experiencias en formas de cuentos poéticos; que, de forma completa, uno siente que ha valido la pena leerlo.
En aquel poema extenso de casi treinta páginas que da título al libro, el hablante lírico reflexiona sobre el pasado, sobre aquel ayer que fuimos y vivimos, donde amamos y gozamos, nos despedimos y recordamos; y como toda pasión enfebrecida, las cenizas cicatrizan en nuestra piel, en nuestro cerebro, en nuestro corazón. Así el poeta canta: “Tú tenías frutas en / el pecho / yo, tijeras en las manos- / largas / Por eso nunca nos / llevamos del todo / bien / y sangrábamos cuando / el amor”.
De la segunda parte, en las prosas poéticas o cuentos en prosas poéticas, recomiendo el texto “Alcol y metales de noche en Berlín”, donde se desarrolla la aventura nocturna del narrador personaje en uno de los bares de Alemania, al lado de una chica bella que es lectora acérrima de libros escritos por nazis y fascistas, y que, luego de discutir por aquella posición ideológica perversa, al final ella le revelará que fue una meretriz exitosa.
El poemario Cantos a la luna (2021) lo sentí mucho más personal, más lírico, más transparente ante los fantasmas de la vida: la soledad, la crisis, el paso del tiempo, el refugio en la literatura o la búsqueda de una nueva oportunidad. Y he ahí que le canta a la luna, el símbolo áureo en la oscuridad, la figura de la locura, el fluir de la inspiración o la desesperación; es decir, aquel satélite que ha sido pábulo artístico para poetas, novelistas, músicos, religiosos, pintores e, incluso, de las personas más sensibles e intelectuales.
Con dominio de las imágenes poéticas y ciertas figuras literarias (como la personificación), el poeta le canta al consuelo y la compañía de la reina estelar de la noche (en el poema “V”), a la despedida de la amada (en el poema “VI”), al tedio y al eterno retorno (en el poema “Círculo”), a la fatalidad (en el poema “Serenata de la muerte”), etc. Además, le rinde tributo a César Vallejo, Martín Adán o Abraham Valdelomar.
Y algo que me llamó mucho la atención fue los puntillazos poéticos que encestó en sus poemas como una especie de diálogo con sus contemporáneos admirados, como Roger Santivañez en Symbol (1991) o Xavier Echarri en Las quebradas experiencias y otros poemas (1993). Es decir, Cantos a la luna es un poemario que se puede disfrutar desde varias entradas. Sin embargo, el lector tendrá siempre la última palabra, como lo afirmaba el poeta mayor Charles Baudelaire: “¡Hipócrita lector ―mi prójimo―, mi hermano!”.
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Francois Villanueva Paravicino
Escritor (1989). Egresado de la Maestría en Escritura Creativa por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Estudió Literatura en la UNMSM. Ha publicado Cuentos del Vraem (2017), El cautivo de blanco (2018), Los bajos mundos (2018), Cementerio prohibido (2019) y Azares dirigidos (2020). Textos suyos aparecen en páginas virtuales, antologías, revistas, diarios y/o, de su propio país como de países extranjeros. Mención especial del Primer Concurso de Relatos “Las cenizas de Welles” (2021) de España. Ganador del Concurso de Relato y Poesía Para Autopublicar (2020) de Colombia. Ganador del I Concurso de Cuento del Grupo Editorial Caja Negra (2019). Finalista del I Concurso Iberoamericano de Relatos BBVA-Casa de América “Los jóvenes cuentan” (2007) de España. También, ha sido distinguido en otros certámenes literarios.