La norteamericana y premio Nobel de Literatura, Pearl S. Buck, fue una autora que comencé a leer desde temprano, ya que algunas de sus novelas se guardaban en la pequeña colección de libros de la biblioteca familiar. Aquellos libros de esta autora estaban en ediciones populares, como Oveja Negra, Orbis o Ediciones Rodas, desde donde pude empezar a disfrutar de su exquisita literatura.

Recuerdo haber leído con mucho interés Ven, amada mía (1968), una novela que versa sobre singulares historias de amor en una familia occidental radicada en Oriente, en este caso, en la India. Como todos sus contemporáneos supieron de ella, era especialista en temas de la parte oriental del planeta, donde vivió mucho tiempo. Además, fue una escritora prolífica, ya que incluso escribió manuales de recetas caseras y libros infantiles.

Otro libro que leí con gran interés fue Viento del este, viento del oeste (1930), una nouvelle que trata sobre una historia prohibida de amor en China, un país que la autora conocía muy bien y al que dedicó muchos de sus grandes trabajos. Con esta historia me pasó algo interesante: la leí en la universidad y recuerdo haberle hecho una pequeña reseña en mi blog personal, donde compartía algunas de mis lecturas.

Sin embargo, yo, que también soy un buen lector y veedor de entrevistas a escritores connotados, siempre que estos mencionaban a Pearl S. Buck, destacaban que su obra maestra era La buena tierra (1931), con la que la autora obtuvo el Premio Pulitzer de Ficción en 1932. Además, es la primera entrega de una trilogía titulada La familia Wang, conformada por Los hijos (1932) y Un hogar dividido (1935). En su momento y en otros años (como en 2004), la novela tuvo un éxito masivo, ya por fines políticos, ya por fines comerciales.

La trama principal de esta novela gira en torno a Wang Lung, un campesino trabajador que vive con su padre y a quien ayuda en sus pequeños terrenos para sobrevivir. Hasta que un día decide casarse y, por recomendación de su padre y por su extrema pobreza, lo hace con una esclava de una familia poderosa (los Hwang) de su pueblo. Esta mujer, llamada O-lan, llega a sus vidas como una bendición, porque también es trabajadora, buena y le da muchos hijos.

Con ella, al inicio, llega la prosperidad: nacen los hijos y, por el trabajo duro de ambos, empiezan a acumular cierta riqueza que los empieza a distinguir de los demás. Sin embargo, en aquella China precomunista ocurre una terrible hambruna: se secan los terrenos, no hay agua, no hay comida, y todo el mundo empieza a escapar de esos parajes. Toda la familia de Wang Lung, incluso con sus hijos pequeñitos, tiene que migrar al sur de China vendiendo muchas de sus pertenencias. En esas ciudades tienen que trabajar, incluso mendigando, para sobrevivir.

Una vez que reúnen una pequeña fortuna, con algo de suerte, deben regresar a sus tierras de antes. Al hacerlo, encuentran devastada a la familia Hwang y mucha pobreza y escasez. Ellos, aprovechando la situación, invierten su pequeña riqueza, obtenida también con mucha suerte, en comprar terrenos y adquirir más bienes. Y con gran esfuerzo y mucho trabajo —porque Wang Lung, su esposa y sus hijos eran muy trabajadores—, se vuelven prósperos hasta llegar a ser ricos en su pequeño pueblo.

Sin embargo, en medio de ello aparece la figura del tío de Wang Lung, quien, por ser su familiar directo, debe gozar de su apoyo, algo que obtendrá al inicio a regañadientes, pero después con gran temeridad, porque este tío le revelará a Wang Lung que forma parte de una mafia de asaltantes y matones que han logrado mucha fama en esos parajes, y además le advierte que, de alguna manera, él cuida a su familia. Este tío también tiene un hijo y una mujer, quienes tienen un carácter díscolo, licencioso y ocioso.

Otra aparición interesante es la llegada de la segunda mujer de Wang Lung, a quien conoce en una casa de té, donde los hombres iban a divertirse con el alcohol y las mujeres. Ella se llama Loto, y Wang Lung queda profundamente enamorado de ella. Tan prendido está de ella que, al final, la hace su concubina y la lleva a vivir a su propia casa. Ahí nacen ciertos problemas, pero, por la riqueza y poder de los que ya goza Wang Lung, todo se lleva a buen puerto. Su primera mujer, O-lan, sigue trabajando en su negocio y con sus hijos, hasta que finalmente se enferma.

Y la historia continúa con grandes giros —como una inundación durante un año en el pueblo, la llegada de la guerra o la tercera mujer en la vida del jefe de hogar—, pero ya la familia de Wang Lung se encuentra preparada para afrontarlos, salvo por la vejez del patriarca. Como las grandes novelas, esta es una saga familiar que cuenta sus gérmenes hasta su fatal decadencia, que en esta primera entrega se preocupa principalmente por el destino de Wang Lung. Su primogénito se vuelve estudioso y académico, el segundo se convierte en empresario y el tercero en militar. Una de sus hijas se casa con alguien pudiente y otra ha nacido con problemas de deficiencia mental, pues la califican de “opa” que no puede valerse por sí misma ni es consciente de su propia existencia. Pero al final, como en las grandes novelas, todo tendrá su gran punto final. Por eso, esta novela es muy recomendada.

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Francois Villanueva Paravicino

Escritor, corrector de estilo, columnista y amante de los libros. Estudió Literatura y cursó la maestría en Escritura Creativa en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Autor de Cuentos del Vraem (2017), El cautivo de blanco (2018), Los bajos mundos (2018), Cementerio prohibido (2019), Sacrificios bajo la luna (2022), Los placeres del silencio (2023), Operación Catástrofe (2024) y Cantera de fuego (2025). Ha sido distinguido en diferentes certámenes literarios, tanto nacionales como internacionales.

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