Gonzalo Dávila Bolliger es un escritor nacido en Lima, pero que se mudó a Brasil desde muy niño junto a sus padres. Estudió Letras en la USP, en el estado de San Pablo, en Brasil. Y siempre visita a su tierra natal por algunos meses al año. Este año fueron traducidos del brasileño al español tres de sus libros por una editorial peruana: la novela breve Las fronteras del sueño (Vicio Perpetuo Vicio Perfecto, 2023), el poemario Rumbo a lo infinito de la propia voz (Vicio Perpetuo Vicio Perfecto, 2023) y el poemario La melancolía (Vicio Perpetuo Vicio Perfecto, 2023).
De los tres libros que leí de este autor, la impresión que tengo de ellos es que se develan entre fantasmagorías, desfilan del mundo onírico al existencialista, y del existencialista al onírico, como si fueran límites que se traspasan con la voz veleidosa y juguetona de los hablantes líricos y narrativos. Estos con cierto esteticismo encarnan los grandes descubrimientos literarios del pensamiento occidental de la literatura y de la filosofía del siglo XX.
Un poemario de los más interesantes que leí en todo de lo que va del año fue, sin lugar a dudas, Rumbo a lo infinito de la propia voz. Un libro que versa sobre el arte y la locura, los hechizos de la mente, las enseñanzas del sistema oficial, los conflictos pasionales, las ciudades invisibles del alma, la búsqueda del yo a través de la poesía. Y para ello se vale de poemas gráficos, versos experimentales, estrofas innovadoras, en formas de círculos, con diferentes tamaños de tipografía en algunos casos. Esta propuesta seductora de Gonzalo Dávila Bolliger recuerda también que la poesía es lúdica, es decir, un juego con fuego y cenizas.
Como se menciona en las presentaciones de sus dos poemarios, aquellos tienen la influencia de T. S. Eliot, Lord Byron, Coleridge, William Blake, Meng Jiao, Pablo Neruda, Vicente Huidobro, Roberto Piva, César Vallejo, Silvia Plath, Edgard Allan Poe, Charles Baudelaire o Arthur Rimbaud. La sensación que atraviesa, sin embargo, este libro en específico fue definida también por las músicas de los grandes discos de Pink Floyd o King Crimson, algo que es comprobable en los poemas, de ahí sus aires misteriosos, sufrientes, melancólicos a ratos, desenfadados a momentos, extáticos en ocasiones.
En el poema “Violeta”, de la parte titulada “El arcoíris negro” (He ahí un oxímoron), rescato este verso destacado: “Hay guerra en todas las almas”. Del poema “Los jardines flotantes”, me gustaron estos versos: “Esta es la danza que a todos seduce/ La danza de las bailarinas sin sombra/ Del aburrimiento, de la orgía, de la invariable aurora/; La danza que para siempre se irá a repetir,/ Esta es la danza de las mariposas sin luz”. O estos versos de la sección “El cuarto del dolor”: “Toca tres veces la puerta del dolor,/ El dolor es siempre más grande que tu alma/ y siempre más atrayente que la carne”. Y así existen grandes versos diseñados de forma gráfica para impresionar al lector que, por motivos de imprenta, no podemos compartir.
El siguiente poemario, La melancolía, es menos experimental que Rumbo a lo infinito de la propia voz; sin embargo, en algunos de los poemas el poeta también juega con el tamaño de la tipografía, ya haciéndola más grande, ya haciéndola más pequeña, como si buscase impresionar al lector. Y eso en el contexto de lo surreal y de lo existencialista tiene un significado: el de la multiplicidad de las formas de nuestros sentimientos en nuestros sueños, en nuestras pesadillas, en nuestra existencia cruda y visceral. He ahí que el autor advierta al lector que todo, absolutamente todo, es premeditado en el libro.
En este poemario abundan los poemas que le cantan a la melancolía. La melancolía es un estado emocional que se caracteriza por una profunda tristeza, nostalgia o un sentimiento de pérdida sin una causa aparente o específica. Provoca sentimiento de pérdida, aunque no siempre haya una pérdida física, sino de algo que fue muy valioso en nuestra vida. Se caracteriza por la falta de interés en las actividades cotidianas, y por cierta fatiga y apatía, es decir, con una sensación de cansancio físico y mental. Y por eso en este libro existen composiciones de tinte depresivo, triste, doloroso. He allí la influencia de Pink Floyd y algo de The Beatles; y, también, de Lautréamont, Manuel Bandeira, Jorge Pimentel, Domingo de Ramos y de los poetas mencionados en el otro poemario.
Por ejemplo, en el poema “El aburrimiento”, existen estos versos: “Día y noche vivir/ en un mundo que nunca será tuyo,/ ¿Cómo no poder pintar las nubes/ De los colores que nunca han existido?”. O en el poema “Los traumas” rezan así: “Esos golpes que nos hacen tartamudear/ Que nos hacen gatear para siempre/ O desarrollar garras de harpía vengativa/ Son el arma y la pesadilla de estar vivos”. O estos en el poema “La desesperación”: “Luchar siempre contra las olas del mar/ Recorrer año tras año/ Los colores de todos los desiertos,/ Y temblar la melancolía en los brazos de la alegría/ De la alegría, ¡esa capa de polvo del universo!”.
De La melancolía también son rescatables sus sátiras, donde con tono sarcástico y burlón el poeta le canta “A la idiotez”, “A los críticos de arte (Algunos tipos)”, “A los nunca-satisfechos” o “A la positivamuerte”. Y, como en el otro poemario, son libros ambiciosos, de más de doscientas páginas, con decenas y decenas de poemas, que por momentos son ferrocarrilescos, porque en algunos llegan a superar en extensión las tres páginas.
La novela breve Las fronteras del sueño, por su parte, narra la historia de un universitario que, entre sus idas y venidas de Brasil a Perú y de Perú a Brasil, sufre pesadillas, insomnios, una aventura amorosa, experiencias paranormales, amistades tóxicas. Y este protagonista es un tipo de personaje de las novelas existencialistas que recuerdan a las de Albert Camus o de Sartre, quienes enfrentan conflictos existenciales para encontrar un significado de la vida o, mejor aún, para aprender de ella lo máximo posible. Además, esta novela es atractiva porque se desarrolla en el ambiente universitario. A mí, particularmente, me atrae ese tipo de literatura. Por ello, la invitación a la lectura de estos libros está hecha.
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Francois Villanueva Paravicino
Escritor. Cursó la Maestría en Escritura Creativa de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Estudió Literatura en la UNMSM. Autor de Cuentos del Vraem (2017), El cautivo de blanco (2018), Los bajos mundos (2018), Cementerio prohibido (2019), Sacrificios bajo la luna (2022), Los placeres del silencio (2023). Textos suyos aparecen en páginas virtuales, antologías, revistas, diarios y/o. Mención especial del Primer Concurso de Poesía (2022) y de Relatos (2021) “Las cenizas de Welles” de España. Semifinalista del Premio Copé de Poesía (2021). Ganador del Concurso de Relato y Poesía Para Autopublicar (2020) de Colombia. Ganador del I Concurso de Cuento del Grupo Editorial Caja Negra (2019). Finalista del I Concurso Iberoamericano de Relatos BBVA-Casa de América “Los jóvenes cuentan” (2007) de España.