Columna: La Crónica del Espejo

Por: John Kenny Acuña Villavicencio (Profesor-investigador Universidad Autónoma de Guerrero)

En Excavar y recordar Walter Benjamin nos señala que la memoria es un medio para conocer el pasado, no existe otro mecanismo que pueda corroborar aquello que la historia oficial ha sepultado e impuesto: el olvido. En sus palabras: “La memoria es el medio de lo vivido, al igual que la tierra viene a ser el medio en la que las viejas ciudades están sepultadas”. A través de la memoria es posible recordar el pasado y vivir el presente sin dejar el pasado. Presente y pasado no son manifestaciones de épocas distintas o, mucho menos, evocaciones de una sucesión de hechos o acontecimientos son, por el contrario, formas simbióticas sin las cuales no podríamos imaginar el futuro. La memoria lucha intempestivamente contra el olvido. Anhela recordar cada instante y lugar en el mundo. Como “Funes el memorioso” del célebre ensayista J.L. Borges, desea recordar infinitesimalmente cada segundo e instante de la vida. ¿Acaso es imposible? La memoria es historia, pero no un estudio del pasado conocido o una historiografía. La memoria guarda relación con nuestras prácticas, experiencias y situaciones que apelan a nuestra existencia. La memoria lo es todo, menos olvido.

El pasado forma parte de lo que somos, es decir, de nuestro presente. Diría Vallejo, éste ha sido escrito a la manera de Trilce, triste por la nostalgia mundana y dulce por su composición. Dolor, fracaso y optimismo forman parte de un pasado que espera ser exhumado. En Benjamin existen dos tipos de pasado: un pasado que es la ensoñación de un pasado ausente en el presente, esto es, un pasado que no desea irse y se trata de la memoria de los vencidos; pero, también, hay otro pasado que está presente en el presente, es decir, en el poder. El pasado devela los acontecimientos más estruendosos del hacer humano. Uno de los medios para acercarse al pasado es la ciencia, pero no se trata de una ciencia academicista, sino del conocimiento y la experiencia depositadas en la memoria. En su Tesis de Filosofía de la historia, Benjamin evoca de manera imperativa que la tarea (del especialista de la historia) es “capturar las constelaciones” del “tiempo-ahora”. ¿Qué quiere decir? Que el pasado está eyectado en un presente que agobia, segrega y desgarra. En consecuencia, quien esté dispuesto a mirar su presente-pasado y pasado-presente está en la obligación de “comportarse como un hombre que excava” aquel pasado que ha sido escrito con horror y crimen. Por ese motivo, se debe luchar más que nunca por la solidaridad, la justicia y la redención para impedir su prolongación.

Si recordamos con detenida calma el lugar que ocupamos, nos daremos cuenta que se han manifestado una serie de aberraciones en nombre de la soberanía. Por este motivo, la memoria del hombre sacrificado se presenta como una “activación” del recuerdo y se materializa como neurosis colectiva, pues ésta es capaz de dislocar e impugnar a la autoridad.  (Freud, “Duelo y melancolía”, 1917). Benjamin nos advierte que la violencia no sólo llega al mundo de manera excepción-al, sino que toma de la vida lo necesario para instaurar y legitimar la dominación. Una muestra clara son los casos de desaparición forzada y tortura en América Latina: Guatemala, Brasil, Argentina, Chile, El Salvador, Perú y México son algunos ejemplos. En estos escenarios, en tan sólo veinte años, 1966-1986, el método de represión terminó con la vida de más de 90 mil personas. Sin duda alguna, se trata de un tiempo de dictadura y exterminio que espera ser excavado.

No hay que dejar de mencionar las luchas por la memoria que se desarrollan en la actualidad, el caso de Ayotzinapa (2014) es de resaltar, puesto que, además de cuestionar toda forma de verdad que trasgrede la “inocencia” humana (F. Nietzsche, Humano, demasiado humano, 198, p. 71), en el fondo, lo que pretenden es impugnar junto a Kafka la sentencia del enemigo: “Es mejor no pensar en ellos”. Esta afirmación propia de la soberbia de los que yacen en el poder espera ser auscultada y recompuesta por una fuerza social opuesta al estado generalizado de la impunidad y el olvido.  En ese sentido, la memoria evoca imágenes como una ráfaga de luz y sensaciones de otro tiempo. Esto no quiere decir que la memoria, en el lenguaje benjaminiano, sea una proyección psicológica, sino el suministro de una constelación épica y rapsódica.

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