Hubo uno y otros momentos y lo seguirán habiendo muchos más, en el que después de sus acolaradas curiosidades aventureras, los conflictos de pensamiento en una adolecente con embarazo no deseado la agobian y la ridiculizan frente a sus progenitores, quienes en una primera instancia juzgarían de manera hasta exagerada tal irresponsabilidad. Pero dada la situación existe un ser humano que es casi siempre la primera en darse por enterado, que desde luego hace todo lo posible por suministrar la calma al corazón de un padre encolerizado. Es así que frente a los malos hábitos de las hijas o hijos, se podría afirmar que la única persona que es capaz de perdonar muy a pesar de saber la dura verdad, es la madre. Esa persona que dispone un cálido vientre, tolera el peso fetal que cada vez más se incrementa, controla sus cambios hormonales, nos extiende la mano para equilibrar nuestros torpes pasos, nos estrecha sus brazos para apaciguar nuestros llantos, nos exhorta ante nuestras tontas decisiones, tiene un corazón que sufre por nuestros fracasos y celebra nuestros éxitos. Por eso y muchas razones más, hay que hacer a un lado la ingratitud y la hipocresía para devolverle el afectuoso sentimiento de amor y brindarle un merecido homenaje, todos los días y momentos en el que se presente la oportunidad. Existen situaciones en las que los hijos o hijas se hallan lejos de su madre y que hacen saber su correspondencia continuamente, como también descendientes que a diario se hallan frente a su madre y que por el contrario son ingratos. Hijos los hay de todo como en botica; los que extrañan a mamá cuando en paz descansa, los que lloran o visitan a mamá cuando ya se halla en el hospital, las que recuerdan a mamá cuando abandonado es por su pareja, o los que a casa de mamá llegan cuando desalojados o sin dinero están. Sin embargo, la madre nunca niega su amor por el hijo o la hija hasta el final de sus días. El presente artículo no necesariamente debe ser publicado el segundo domingo de mayo, sino cualquier hora, cualquier día, cualquier época o cualquier medio, tal como se difunde el amor de las madres por sus retoños. No hay que ser adinerado para hacer feliz a una madre, sino tener riqueza sentimental para sacarle una sonrisa y conservarla por siempre. «Saludos a todas las madres de Andahuaylas y Apurímac».