Este jueves 03 de julio presentaré mi tercer poemario, Cantera de fuego (Ameleer, 2025), a las seis de la tarde, en el auditorio de la Feria Internacional del Libro de Ayacucho (FILAY), en el marco de un evento que celebra a los escritores y los libros. Estaré acompañado del catedrático y escritor Urbano Muñoz Ruiz y la poeta Martha Angélica Pajares.
“No llamo héroes a los que triunfaron por el pensamiento o por la fuerza, sino a los que fueron grandes de corazón”. Esta es una de las frases con las que comienza el premio Nobel de Literatura francés Romain Rolland al prologar su trabajo biográfico dedicado “a las vidas de los hombres ilustres” (trabajó las de Miguel Ángel, Tolstói, Mahatma Gandhi, entre otros), entre las que destaca la dedicada al genio musical Ludwig van Beethoven, nacido un 16 de diciembre de 1770 en Bonn, cerca de Colonia (Alemania).
El famoso creador de “Claro de luna” o “Himno de la alegría” nació en la mísera buhardilla de una casa humilde. Era de origen flamenco. De su aspecto físico, el biógrafo señala: “Era bajo y prieto, de traza sana, de complexión atlética; tenía la cara grande (…); la frente poderosa y abultada; los cabellos negrísimos (…)”. Según el estudioso, “la juventud la tuvo ensombrecida por las preocupaciones materiales”. Su infancia tampoco fue muy dichosa, a diferencia de la del genio Mozart, quien sí gozó de su niñez.
En noviembre de 1792, Beethoven se mudó a Viena, que entonces era la metrópoli musical del mundo germano. El amor por las melodías le nació gracias a la educación de sus padres. De su personalidad, parafraseando, se afirma que Beethoven era casi un asceta, que le gustaba amar con sublimidad, pero no por placer o sensualidad. Se dice que prefería la paz interior a lo exterior, donde hallaba mayor regocijo intelectual y vital.
De 1796 a 1800, la sordera de Beethoven comenzó a causarle estragos, por los cuales —según las cartas que le dedicaba a sus amigos, compartidas por el biógrafo— el genio renegó de Dios y de la vida, porque le quitaban lo que más amaba. “Mi querido y bondadoso Amenda… ¡Cuánto te echo de menos al lado mío! Tu Beethoven es profundamente desgraciado. Sabe que la parte más noble de mí mismo, mi oído, se va debilitando”, le escribe en una carta a uno de sus mejores amigos, quien era pastor.
Aquellos dolorosos sinsabores están expresados en composiciones como “Sonata patética” o “La tercera sonata para piano”. Dicen que, por su sordera —cuando ya fue total— solo se comunicaba por escrito, a través de papeles. Ese destino lo hizo profundamente desgraciado, ya que sufrió mucho por ello. Sin embargo, su genialidad fue haber reproducido aquella naturaleza musical que él sintió, disfrutó, gozó, estudió y lo poseyó cuando todavía estaba sano.
Pero ese no fue su único problema en vida. Según Romain Rolland (considerado el escritor francés menos francés de su época), Beethoven padeció muchas dificultades económicas, ya que siempre sufría apuros monetarios para poder ganarse la vida. Si bien es cierto que su arte —al que priorizaba incluso más que su vida— le valió una pequeña pensión vitalicia por parte del rey Jerónimo, quien le ofreció una suma de seiscientos ducados de oro y una dieta de viajes de ciento cincuenta ducados de plata solo para que le tocara algunas veces en privado y dirigiera sus conciertos de música de cámara, la mayor parte de su vida la pasó con muchos problemas financieros. Eso, por ejemplo, se evidencia en la gran cantidad de mudanzas de casas alquiladas que tuvo que afrontar: se calcula un promedio de más de treinta durante su vida.
Otras de las dificultades que sufrió en vida fueron las enfermedades que lo acosaron, como males gástricos, pulmonares y de otros tipos, que siempre le causaron malestar y agobio, lo cual se reflejaba en las cartas que enviaba a sus amigos. En algunas de ellas se aprecia que incluso tenía mucha dificultad para redactar y responder a la preocupación de sus grandes amigos. Y así fue hasta su muerte, un día de tormenta de nieve, el 26 de marzo de 1827. “Su vida entera parece un día de tormenta”, afirma su biógrafo.
Sus contemporáneos, como Schindler, su confidente, dijo entonces: “Se acogió al espíritu de la naturaleza”. Y Romain Rolland agrega: “Beethoven es una fuerza natural; y es un espectáculo de grandeza homérica”. Schumann escribe sobre la “Sinfonía en do menor”: “Por mucho que se la oiga, ejerce en nosotros un poder invariable, como esos fenómenos de la naturaleza que, por más que se repitan, nos sobrecogen siempre de miedo y de estupor”. Grillparzer, que lo admira con una suerte de temor, dice de él: “Llegó a ese punto temible en que el arte se funde con los salvajes y caprichosos elementos”. He ahí una vida.
De entre los pensamientos de Beethoven que rescata el biógrafo, encontramos: “La música debe hacer resplandecer el fuego del alma de los hombres”; “La música es una revelación más alta que la filosofía”; “Nada hay tan hermoso como cogerle a lo divino sus más espléndidos rayos y derramarlos sobre la humanidad”; “Escribo porque es preciso que se esparza lo que tengo en el corazón”; “Cuando el Espíritu me habla y escribo lo que él me dicta, pienso en violín sacrosanto”; o también: “Nunca he corregido mis composiciones una vez terminadas, convencido de que todo cambio parcial varía el carácter de una composición”.
Así, resumiendo el enfoque de Romain Rolland sobre Beethoven, él afirma: “El éxito nada nos importa. Se trata de ser grande, no de parecerlo”. Esa es la propuesta de Vida de Beethoven (1903), un libro que todo lector amante del arte y la cultura debe conocer y disfrutar; y, sobre todo, aprender de él.
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Francois Villanueva Paravicino
Escritor, corrector de estilo, columnista y amante de los libros. Estudió Literatura y cursó la maestría en Escritura Creativa en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Autor de Cuentos del Vraem (2017), El cautivo de blanco (2018), Los bajos mundos (2018), Cementerio prohibido (2019), Sacrificios bajo la luna (2022), Los placeres del silencio (2023), Operación Catástrofe (2024) y Cantera de fuego (2025). Ha sido distinguido en diferentes certámenes literarios, tanto nacionales como internacionales.