Aunque en la actualidad 2017, no existe claridad en el campo de la salud, respecto a si es conveniente o no el uso de la píldora, porque algunos la califican, que tiene respuestas abortivas y por lo cual no debe usarse. Otros la defienden, porque es una manera de evitar los embarazos no deseados, sobretodo en casos de violación; la píldora se usó además para el control de natalidad.
La historia de la píldora se inicia en 1855, cuando el belga Antoine Quetelet inicia «congresos sobre población», tras años de polémicas. En esa época, en el mundo, era un gran tema de debate la sobrepoblación del planeta, que como espada de Damocles había pesado sobre la humanidad la teoría de Malthus: «El mundo no será capaz de alimentar a una población cada vez más creciente».
La solución: limitar los nacimientos. Fue así que, en 1927 en Ginebra, se celebró el primer congreso dedicado al «Control de la Natalidad», bajo la inspiración de la famosa Miss Singer. A partir de ese año, el movimiento internacional en pro del control de los nacimientos empezó a crecer; se dieron facilidades y campañas médicas oficiales, dirigidas a detener el peligro: la explosión demográfica.
En el Congreso de la Unión Internacional para el Estudio de la Población, de 1948, en Sídney; se informó que el fenómeno que preocupaba a Europa se encontraba superado. Razones: la guerra; pero principalmente los métodos artificiales de control de la natalidad. Aún se utilizaban medios tradicionales contra el embarazo: coutus interruptus»; la esterilización y los dispositivos vaginales.
Empero, años después se produjo un boom del control de la natalidad: La «píldora» revolucionaria, que vino al mundo por casualidad. Los norteamericanos Pincus y Rock, trabajando en la búsqueda de un medio para facilitar la ovulación en las mujeres poco fecundas, inventaron la progestina sintética, sustancia químicamente similar a una hormona sexual femenina, llamada progesterona.
Tomada la progestina sintética –bajo la forma de píldora— durante veinte días, entre periodos menstruales, se suprimía la evolución, simulando un estado de embarazo inexistente. Si luego se suspendía el consumo del «medicamento», el ciclo se normalizaba y la ovulación se hacía más regular- Los científicos se preguntaron: ¿por qué mejor no utilizar la progestina indefinidamente?
Y la respuesta fue la «píldora». La pregunta destinada justamente al objeto opuesto a aquel para el que había sido creada. A diferencia de todos los otros métodos anticonceptivos artificiales, «la píldora» no evitaba el paso de los espermatozoides hacia las trompas de Falopio; solo interrumpía la fertilidad femenina; su acción empero evitaba el embarazo, aunque existiera relación sexual. Sin embargo, en el mercado se crearon dos bandos antagónicos; los defensores, que vieron en la píldora la solución de todos los problemas, y los detractores, que, en el terreno ético, religioso, económico y terapéutico, afirmaban que, producía en la mujer esterilidad, masculinidad, alteraciones circulatorias, cáncer, lesiones hepáticas, obesidad, pigmentaciones anormales y otros.