Más allá de las claras distorsiones generadas por los trolls y defensores de los Acuña en el debate suscitado en torno a la resolución del contrato suscrito por el César Vallejo con Paolo Guerrero, es necesario darle a esa ya superada controversia un impulso extensivo que la sitúe en el plano de la grave crisis económica, social y política por la cual atraviesa nuestro país.
El Depredador ya cerró un nuevo trato con los Acuña que supongo le garantiza la seguridad de doña Peta y su familia pero: donde queda el contrato social que, en su calidad de gobernador de La Libertad, tiene César Acuña con el pueblo de esa región del Perú ,asediado por una terrible inseguridad ciudadana?
Así como se ha hablado tanto de que Guerrero debe cumplir con su contrato y hacer caso omiso de las amenazas recibidas por su señora madre, la misma medida debe aplicarse a Acuña y exigirle que, sin pretextos ni lavada de manos, cumpla su contrato social con quienes lo han elegido para, entre otras cosas, terminar con la rampante delincuencia que opera especialmente en Trujillo.
Un funcionario público, electo por pueblo, debe cumplir con su plan de gobierno que constituye un compromiso inalienable con el electorado. De otra forma, está rompiendo ese pacto social y político, ese contrato social que lo ampara en el Poder y merece la vacancia o la destitución.
Pero en el Perú la costumbre inveterada de la mayor parte de quienes han llegado al Poder ha sido no solo prescindir de esa obligación política y moral sino convertir al Estado en un auténtico botín en el marco de una secular impunidad que ha generado que, año tras año, se llenen los bolsillos con el dinero de sus propios electores y/o que las propuestas de gobierno se queden empaquetadas mientras reina la improvisación y el desconcierto.
Si Acuña ahora le ha dado ahora a Paolo Guerrero las garantías para que pueda integrar el plantel de su equipo de fútbol tiene más que nunca la obligación de restaurar la seguridad ciudadana inexistente en La Libertad: ahí vale el propio argumento usado por sus trolls en el sentido que Paolo no debe ni puede tener corona porque, por lo menos en teoría, todos somos iguales aunque en la práctica hay algunos más iguales que otros especialmente cuando tienen plata como cancha para que jueguen en su cancha.
(Por Francisco Diez Canseco)