Han pasado algunos días desde que el mar de Ventanilla, fue escenario de un desastre ecológico de proporciones por efecto del derrame de 6 mil barriles de petróleo, en el marco de la explosión de volcanes submarinos que distrajeron a quienes trasladaban petróleo proveniente de un barco petrolero italiano contratado por la empresa Repsol el crudo posteriormente debería de refinarse.
Lo cierto es que en el momento del derrame de petróleo, nadie se percató que sería de grandes proporciones, los responsables creyeron que era un pequeño brote, fue recién transcurridas las horas que los empresarios se dieron cuenta que el derrame era inmenso y en poco tiempo de extendió por el mar peruano, sin que nadie pudiera evitarlo por falta de tecnología especializada.
Tras señalar que tardaron las alarmas, hoy están comprometidos en los hechos diversos actores desde Repsol, Petroperú e incluso la Marina, lo cierto es que existe un tole tole, cada cual intentando salvar sus responsabilidad, el estado representado por sus principales voceros responsabilizan a Repsol y anuncian que revisarán los contratos suscritos con dicha transnacional.
Los medios de comunicación analizaron la desesperación de los afectados por intentar una respuesta frente a la contaminación y el avance de la marea negra en el litoral, que ha generado la muerte de animales silvestres conformantes de una especie de fauna protegida en tanto algunas personas tuvieron que ser rescatadas y trasladadas a los hospitales para su recuperación.
En medio de la grave situación, trabajadores de la pesca han quedado sin trabajo, los cuales exigen ser considerados como parte de los voluntarios que buscan recuperar las aguas del mar de Ventanilla y conseguir una restitución económica ante la falta de recursos para sostener a sus familias, recibieron como respuesta canastas solidarias y el anuncio del MEF de un próximo bono.
El nerviosismo ha sido tal, que ante la falta de tecnología de la empresa Repsol, los ojos del mundo se abrieron ofreciendo ayuda, y fue la ONU la que señaló la presencia de una misión con técnicos para evaluar la situación, en tanto como medidas caseras se empezó a recolectar curiosamente cabello de personas voluntarias para controlar el impacto del crudo en la flora y fauna del océano.
El cabello recoge los aceites y petróleo, adhiriéndolas a su forma y limpiando, en parte, el mar. La persona que se dio cuenta de este fenómeno fue Phil McCrory, un peluquero en Alabama (Estados Unidos de Norteamérica) que observó por televisión cómo el pelo de una nutria marina estaba saturado del petróleo derramado en el famoso accidente del Exxon Valdez en Alaska, en 1989.
Varias instituciones, incluyendo la NASA y la Universidad de Tecnología de Sídney, Australia, pusieron a prueba la técnica de McCrory. La NASA comprobó que, tras utilizar el filtro de pelo humano en agua con petróleo, tras una sola filtración “sólo quedaron 17 partes por millón de crudo en el agua”. Por su parte, el estudio de la Universidad de Sídney concluyó que el alto contenido de cutícula del cabello lo hace un “biosorbente altamente hidrofóbico”, con una corteza muy porosa que atrapa varios tipos de contaminantes.