Las inoportunas auto apreciaciones que padece la humanidad, esconde lo verdaderamente enfermos que se está. La Organización Mundial de la Salud define la salud como: estado completo de bienestar físico, mental y social que tiene una persona. Fuera de ese contexto, muchos asumen que acudir a un centro de prevención de la enfermedad y la promoción de la salud, es el impacto de la comercialización indiscriminada de servicios de parte de entidades privadas y estatales. Peor aún, personas que creen con absoluta seguridad, gozar de buena salud, padecen la podredumbre de su enfermedad que se camufla en los cogollos de sus conductas escépticas, autistas o vanidosas.
Hoy, un esbelto y simpático joven que se complace ocasionalmente con las más atractivas señoritas, diez años más tarde, podría recién experimentar los síntomas del SIDA. Un cuarentón que goza de solidez financiera, mañana podría ser diagnosticado de una hipertensión arterial, con la cual debería convivir por la eternidad. Una ama de casa que con pasión atiende las necesidades domésticas de sus hijos y esposo, en los próximos minutos podría darse por enterada que su cónyuge tiene más de una amante y sufrir el peso de la depresión y autoeliminación. Jóvenes que tras los exámenes de laboratorio, están libres de evidencias patológicas, podrían estar sufriendo el remordimiento de los asesinatos cometidos, de sus hijos abandonados y de sus convivientes violentadas. Tormentosa es la realidad que toca vivir; uno podría estar libre de la diabetes, pero padeciendo de gastritis; sin problemas en el corazón, pero víctima de su impotencia sexual; con dinero suficiente que debería asegurarle la felicidad, pero condenado a perecer en los próximos días por la leucemia que heredó de su progenitor, con buena salud física y mental pero estresado por sus múltiplos oficios o quizá hijos en diferentes madres. En ese sentido, ni el dinero, ni la bendición divina puede garantizar el bienestar integral, pues aun desde la concepción estamos condenados a vivir con las enfermedades. Sin embargo, algunas concepciones sobre la salud han hecho de que a pesar de esta similitud de sentencias hemos sabido proceder y sobrevivirlas. Entonces «Es necesario pensar como verdaderos enfermos para asumir con responsabilidad nuestra salud». Realizarse exámenes médicos sin necesidad de sufrir dolencias; consultas y terapias psicológicas, sin necesidad de experimentar el estrés o la depresión; reuniones y apoyo familiar, sin previa violencia y desintegración familiar.